lunes, 29 de septiembre de 2008

Borges, Bioy y Vila-Matas

Recuerdo que en Borges —aquel volumen inmenso publicado hace un par de años— hay más de una alusión al autor de Ficciones orinando el piso o la tapa del excusado en casa de los Bioy. Silvina no deja de hacer caras hasta que, junto con su marido, optan por asignarle uno de los baños que nadie más usará. Los comentarios de Bioy son de un gusto cruel aunque raro…:

“Come en casa. Empezamos el cuento del que intenta enamorar a una mujer absurda y, porque no lo consigue, se enamora y se suicida. Después, recitando ‘Troy Town’ me orina largamente el piso del baño. ‘Estás miando fuera del tiesto’, le prevengo. Da un pasito hacia delante y sigue recitando a Rosseti y meando en el piso. Sale con los zapatos empapados. Me pregunta. ‘Una poesía como la de Rosseti, puramente literaria, puramente decorativa, ¿es lícita?’”

Me quedo pensando y no puedo, no puedo más que preguntar ¿por qué Bioy no esperaba afuera? En ocasiones a la gente le da por coleccionar detalles extravagantes de sus autores y la cosa parece normal. Es decir, hasta cierto punto nos resulta comprensible que un ser excepcional cultive sus tics; sin embargo, algo no encaja si vemos al autor de Ulises hundido en plácidas horas frente al televisor (dejemos a un lado que en tiempos de Joyce aún no había tele). ¿Pessoa pastoreando alguno de sus improbables críos lonchera en mano? Sería tanto o peor que verlo orinar. Y a nosotros eso no nos gusta… y parece que a Vila-Matas tampoco. Cuando menos eso saco en limpio mientras leo su Dietario voluble recién editado:

“¿Será que lo doméstico –ese veneno que acaba con las pasiones y que también llamamos cotidianidad– lo arruina todo? ¿Será que ver de cerca a los genios les hace perder interés y los desmitifica? ¿No deslumbra lo mismo, por ejemplo, una conversación de sobremesa con Borges, que la lectura de uno de sus relatos? ¿Era Borges un ser algo pelmazo para Silvina? ¿Se puede ser genial todo el rato?”

Ahora bien, todos tenemos o hemos tenido un amigo que durante el asado del fin de semana diserta con la profundidad de un Wittgenstein. Dicho lo cual, no sé qué me aterra más… si la densidad de mi amigo o los bostonianos de Borges saliendo del baño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tío, ¡actualiza el blog!!!