tag:blogger.com,1999:blog-53140405450824306502024-03-18T19:48:43.792-07:00letra emeblog de notasDavid Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.comBlogger16125tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-47800120754395302912010-01-26T09:01:00.000-08:002010-01-26T09:28:42.269-08:00Bolaño nutriólogo<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDPgDhp28If0taqcL7eqbzzSJ0eUe8eXFPok2YbAz5TdgR-trkkrbU9ghzzircQHEcb1YeL524GdD1sczlR424Htr3adE4Mt5YCfki1-RteH5rLW17GovLR_6ccBsxPafO57hl86uLfKUu/s1600-h/bolano2.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 200px; height: 150px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDPgDhp28If0taqcL7eqbzzSJ0eUe8eXFPok2YbAz5TdgR-trkkrbU9ghzzircQHEcb1YeL524GdD1sczlR424Htr3adE4Mt5YCfki1-RteH5rLW17GovLR_6ccBsxPafO57hl86uLfKUu/s200/bolano2.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5431100008766563330" border="0" /></a><br /><p><strong></strong></p> <p style="text-align: justify;">Raras evoluciones del mito. Uno se va acostumbrando poco a poco con la idea de un Bolaño encumbrado a las cimas de un canon aún por venir. No sólo es un maestro de la nueva narrativa mundial sino, también, nuestro modelo precursor del escritor transfronterizo, naturalmente acorde con una geografía en línea. Aunque aún cuesta trabajo acomodarse entre las variantes del adicto y marginal de moda en EU, tampoco con esa faceta del guía espiritual y nutriólogo que aparece en la entrevista de <a href="http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=13622&num=933&sec=32">Patrico Pron</a> publicada por el ABC. </p><p style="text-align: justify;">"Quizás la mejor recomendación que se puede hacer a un escritor es que escriba, una recomendación poco frecuente en un momento en que hay cientos de personas que quieren ser escritores sin tener que pasar por la incomodidad de escribir y, mucho menos, por la de aprender a hacerlo. Más aún, en un momento en que hay cientos de personas crédulas que quieren ser escritores para obtener todo aquello que los escritores no suelen obtener nunca: ascendente político, ligues, portadas en los dominicales o cuenta corriente con un camello peruano. Yo, que no suelo dar consejos, sí los escucho con agrado, y recuerdo los que me dio Roberto Bolaño en la última carta que me envió, que me parecen los mejores consejos que se le pueden dar a un escritor: comer principalmente vegetales, no beber mucho y escribir."</p>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-41827625703430095762010-01-26T07:46:00.000-08:002010-01-26T08:49:11.646-08:00La obstinación de la poesía<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUoZ268sk6V9obGjXCFpLu6yYJVPJUL25I1L4rGHS3Ltqr0XDGesH39ds8OvBY_cKkENelvjeElTUsyt8y2GyBtTCQsl8yGkkyZQT7h1nW1VP9cN8UK5hc73oh2oBw4sC_qed4VISuhyoK/s1600-h/roubaud.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 189px; height: 191px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUoZ268sk6V9obGjXCFpLu6yYJVPJUL25I1L4rGHS3Ltqr0XDGesH39ds8OvBY_cKkENelvjeElTUsyt8y2GyBtTCQsl8yGkkyZQT7h1nW1VP9cN8UK5hc73oh2oBw4sC_qed4VISuhyoK/s200/roubaud.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5431075932630770562" border="0" /></a><br /><span class="Apple-style-span" style=";font-family:Times;font-size:medium;" ><p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;font-family:'Times New Roman';font-size:12pt;"><span lang="ES-TRAD">Para quienes creen que la poesía no pasa por uno de sus mejores momentos, Jacques <span class="SpellE">Roubaud</span> (junto con <span class="SpellE">Queneau</span>, miembro de la vanguardia renegada <span class="SpellE">Oulipo</span>) escribe en <i>Le Monde</i> de enero un artículo sugerente: “<a href="http://passouline.blog.lemonde.fr/2010/01/25/jacques-roubaud-denonce-le-vroum-vroum-poetique/"><span class="SpellE">Obstinatión</span> de la <span class="SpellE">poésie</span></a>”. Llaman la atención sus resquemores acerca de la emigración de los poetas al terreno de la novela pero, sobre todo, su temor ante el desplazamiento de lo escrito hacia lo multidisciplinario y multimedia. Fenómeno que se repite en todas partes gracias a la <span class="SpellE">web</span>, pero también a los sketches de lectura viva acompañados de audio y video. En estos –advierte<span class="SpellE">Roubaud–</span> se corre el riesgo de privilegiar lo oral en detrimento del texto poético y su escritura... Y a pesar de que algunos celebran ya el saludable regreso del poeta a sus orígenes, es decir, a la imagen del trovador y el saltimbanqui, para <span class="SpellE">Roubaud</span> se trata más bien de una regresión y una mutilación. Cito:</span></p><p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;font-family:'Times New Roman';font-size:12pt;"><em><span style="font-style: normal;" lang="ES-TRAD">"Lo que he escrito es una defensa de la siguiente opinión:<span> </span>la poesía tiene lugar en el idioma, se hace con palabras. Sin palabras, no hay<span> </span>poesía. Un poema debe ser un objeto de lenguaje con cuatro dimensiones, es decir, destinado a la vez a una página, una voz, un oído y una visión interior”</span></em></p><p class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;font-family:'Times New Roman';font-size:12pt;"><em><span style="font-style: normal;" lang="ES-TRAD">No obstante, creo que en México los experimentos de Julián Herbert o Rocío <span class="SpellE">Cerón</span> muestran cosas interesantes.<br /></span></em></p></span>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-62155589984166334602009-10-27T11:38:00.000-07:002009-10-27T11:50:33.906-07:00Steiner leyendo un cómic II<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKhVZOlPnvzIpEe2yJ7g2B9QWMGXc1fmVb5i4khF551yFHWrNQuTkA_khJLD-V6LO-8T1OlULzszustM1zrirjuHQ4o3OwGngp1M0eJwaArUq7cyCuNDZe4MuALMRh89xx9UbSxxEGncM8/s1600-h/George_Steiner_Paris_1929_visto_Loredano.jpg+%28JPEG+Imagen,+340x250+pixels%29.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 200px; height: 141px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKhVZOlPnvzIpEe2yJ7g2B9QWMGXc1fmVb5i4khF551yFHWrNQuTkA_khJLD-V6LO-8T1OlULzszustM1zrirjuHQ4o3OwGngp1M0eJwaArUq7cyCuNDZe4MuALMRh89xx9UbSxxEGncM8/s200/George_Steiner_Paris_1929_visto_Loredano.jpg+%28JPEG+Imagen,+340x250+pixels%29.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5397353255925210226" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;">“Hace poco leí una versión de Hamlet en formato de cómic y me resultó brillante. Redujeron el texto a los momentos esenciales, y seguro que Shakespeare habría dicho: ‘No está mal, mi texto era demasiado largo’.” El párrafo parece el chiste de algún vecino ingenioso, de esos que se presumen conscientes, orgullosamente conscientes de que un libro no sirve para nada. Sin embargo, se trata de una cita de Steiner, entrevistado por Juan Cruz para El País Semanal con el pretexto de uno de sus títulos más recientes: <span style="font-style: italic;">Los libros que nunca he escrito.</span><br /><br />En lo personal me gusta el espíritu que anima a este hombre, cada vez más polémico conforme se acerca a cumplir sus ochenta años. Naturalmente, <span style="font-style: italic;">Los libros que nunca he escrito</span> es una continuación de Errata en la medida que sus ensayos se entrecruzan con las memorias, el diario y el relato. Una característica con la que muchos nos entendemos aunque otros se aparten con verdadero escándalo. En efecto, Steiner levanta ronchas, particularmente entre críticos y académicos, incómodos con el lugar que –dice– les corresponde: “un profesor es un profesor. [...] Los escritores no nos necesitan para llegar a su público.” Por su parte, entre algunos de sus colegas de Cambridge su obra es entendida (“si es que me consideran de algún modo”) como impresionismo arcaico o, peor, al nivel de curiosidades como la heráldica.<br /><br />No obstante, confieso que aquella lectura de <span style="font-style: italic;">Hamlet</span> transfigurado en cómic no deja de inquietarme. Y no porque crea que una de las mentes más lúcidas de nuestros días se degrade con veleidad tan vil, traicionando los reclamos nobles del pensamiento. (Hace poco Baricco nos recordó a Benjamin redactando algo sobre uno de los dibujos animados de mayor prosapia: Mickey Mouse). Me intriga, más bien, porque con ese aparente desliz Steiner resume un tema al que ha dedicado ya muchas horas: la desaparición de la cultura sostenida sobre las bases del conocimiento y la reflexión. Decía Gombrowicz en un pasaje de su <span style="font-style: italic;">Diario</span>: “la literatura es una dama de costumbres severas y no debe pellizcarse por los rincones. El rasgo característico de la literatura es la dureza. Incluso la literatura que sonríe bondadosamente al lector es resultado de un duro desarrollo de su creador. Y la literatura debe tender a agudizar la vida espiritual y no a tutelar semejantes muestras de escritura marginal”. Pero ¿qué sucede si esta valoración de la profundidad, el rigor y el esfuerzo, es decir, la exaltación de la tradición y la disciplina –sin duda ardua– por hacerse de ella, carece del debido respeto aun por parte de quienes cabría esperar otra cosa? Que la gravedad de Gombrowicz a mí me resulte espesa y hasta lastimosa no tiene relevancia; sin embargo, no es lo mismo si Steiner se desmadeja a carcajadas con un <span style="font-style: italic;">manga </span>entre las manos a la salida del <span style="font-style: italic;">mall</span>. Ya no se trata, evidentemente, de la indigencia intelectual de ningún republicano de cepa, ni de la naturalidad analfabeta del <span style="font-style: italic;">nerd</span> razonablemente inflamado gracias a su aplastante preeminencia sobre los universos de la web. Más bien al contrario: si la inteligencia que ha hecho convivir a la literatura comparada y la filosofía del lenguaje, la crítica de la cultura y la historia de las ideas, la gnosis y la historia, la erudición multilingüe y la refinada melomanía, etc., etc., digo, si un pensamiento como el de Steiner se aparta del ceremonioso consenso sobre el espíritu es porque algo severo debe estar pasando. ¿O el cataclismo ya sucedió y únicamente quienes experimentamos el mundo con metabolismos de ayer no lo vemos?<br /><br />Supongo que apenas si me hago eco de la palabrería de otros... Quiero decir, quizá sólo estoy transcribiendo la añeja estática sobre la muerte del arte que el gurú de la dialéctica nos asestó en el siglo XIX y que, actualizada a las estupefacciones del día, las erinias del fin de los tiempos no se cansan de repetir. Para los doctos de la filosofía hegeliana, en efecto, el arte dejó de recibir la señal del espíritu absoluto y, en esta medida, se colocó en posición de inferioridad frente a la religión y la filosofía. De modo que a las expresiones artísticas de nuestros días ya no les corresponden la verdad o su manifestación sensible, la belleza. Y ni quien discuta: lo nuestro ya sólo pueden ser las gesticulaciones y vestuarios de la parodia o el alto vacío de la autorreferencia autista. En este sentido, dicen que los miembros más avispados de la vanguardia adivinaron lo que vendría, a saber, que las ideas y conceptos mutarían en religión dando pie a las ideologías que infestaron el siglo XX, con las consecuencias que todos sabemos. Y es cierto, la iconoclastia de Tzara –quien extraía sus versos (es un decir) de una bolsa con los recortes del periódico matutino–, no fue otra cosa que un temprano y provocador sainete frente a las tiendas del humanismo romántico e ilustrado, cuya proyección natural desembocó en la guerra. La idea del arte había nacido bajo los templos de la razón y enseguida, ya de la mano de la Historia, fue exaltada a dimensiones sobrehumanas por la espiritualidad romántica. Tras semejante genealogía, ¿podía el arte alegar demencia, exculpándose? Cito una entrevista de 1950 para la radio francesa en donde Tzara se expone mejor: “Estábamos resueltamente contra la guerra [habla de 1916, año de aparición de Dadá], sin por ello caer en los fáciles repliegues del pacifismo utópico. Sabíamos que sólo se podía suprimir a aquella extirpando sus raíces. La impaciencia de vivir era grande y el disgusto se hacía extensivo a todas las formas de la civilización llamada moderna: a sus mismas bases, a su lógica y a su lenguaje. La rebelión asumía modos en los que lo grotesco y lo absurdo superaban largamente los valores estéticos”.<br />Saber que los arrebatos fáusticos perdieron legitimidad tras la racionalizada brutalidad de la segunda guerra pueden llevarnos a entender por qué las rutinas y delirios de la voluntad nos parecen cada vez más ajenos. Quién ignora, en consecuencia, que no existe ya un reconocimiento unánime sobre los atributos de la autenticidad, la hondura y la originalidad que, junto con la memoria, configuran los puntos cardinales de la experiencia interior del alma occidental. Del mismo modo, hace rato que vivimos inmersos en un contexto en el que no hay cómo regresar al mundo a quien siempre se afana. Porque no hay duda: el ocio y la pereza, según palabras de Eugenio Trías, “pueden ser más reveladores de la proeza del arte que la incansable fecundidad: Marcel Duchamp puede dar así jaque al propio Picasso”. En este sentido, Steiner leyendo Hamlet en su formato de cómic es una mueca amarga e irónica a la vez. El gesto de alguien capaz de afirmar que la cultura y el humanismo no son enteramente inocentes ni positivos, señalando, de paso, aquel diagnóstico de Benjamin en el sentido de que toda gran obra descansa sobre una montaña de inhumanidad.<br /><br />Observado desde este ángulo, el fenómeno posee sus beneficios indiscutibles; ahora que si le movemos un poco, las cosas ya no se ven tan bien. Que Duchamp sea el santo patrono de la pereza resulta encantador para quienes aún creen en los poderes de negación del arte. Sin embargo, cuando esta lasitud se traslada a ámbitos más bien cotidianos y, abandonando toda intención radical, las ocurrencias de Tzara se transforman en el horizonte de todos los días, ¿por qué ponemos otra cara? ¿La irredenta banalidad no posee el mismo significado aquí que allá? Cualquiera sabe que hasta la fodonguez tiene niveles y, en esta medida, el ocio de Dios puede engendrar imágenes sublimes; el nuestro, en cambio, quizá alguna que otra lagartija... No obstante, el tema es otro y algo me dice que la muerte del arte tan celebrada por la vanguardia y la contracultura de ayer se ha vuelto una realidad de tal modo tácita que resulta una ñoñez hablar de ella –un asunto demasiado intelectual. Por su lado y según las opiniones de los especialistas, la insustancialidad de una obra responde a la franca imbecilidad o bien a un mundo peor: el del entretenimiento, otra de las bestias negras de la inconciencia. Pero me pregunto si gente como Stephenie Meyer, Joss Whedon o incluso Ruiz Zafón –tres ejemplos cualquiera– no lo saben de algún modo. ¿Qué nos hace creer que ellos o los nativos de la web no evitan, precisamente, ir más allá de la superficie? Ahí donde algunos pagamos por el reconocimiento o la posibilidad de otra dimensión de nuestra vida y experiencia interiores, ¿por qué nos resulta inaceptable que aquellos reaccionen como si cayeran en el nido de una serpiente?<br /><br />Publicado previamente en <span style="font-style: italic;">Literal. Latin American Voices</span><br /></div>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-59163644518601646932009-10-06T16:03:00.000-07:002009-10-12T11:01:30.523-07:00Una "instalación" de Roberto Bolaño<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIX68jhL39Ue9i9Pu7w4YC4vQb1eGItxYbLJ1HsRrciQh7kWSQusaAwrxFHWBxV6gXZH9jrVDVlZrXf7tXn9NPMvwjnf_yE32cgAfI_Op7Zn9QPqB_aCkGpKtNSzN8PC67MCFox1zNsMZU/s1600-h/bola%C3%B1o+intalaci%C3%B3n.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 200px; height: 194px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIX68jhL39Ue9i9Pu7w4YC4vQb1eGItxYbLJ1HsRrciQh7kWSQusaAwrxFHWBxV6gXZH9jrVDVlZrXf7tXn9NPMvwjnf_yE32cgAfI_Op7Zn9QPqB_aCkGpKtNSzN8PC67MCFox1zNsMZU/s200/bola%C3%B1o+intalaci%C3%B3n.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5389627747199992418" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;">Dice mi amigo <a href="http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/45642.html">Álvaro Enrigue</a> que el éxito fulminante de <span style="font-style: italic;">Los detectives salvajes</span> se debió a que Bolaño “la emprendió a patadas y sin misericordia en contra de la vanguardia artística, que quién sabe por qué mantuvo su relumbrón hasta tan tarde en el siglo XX” (<span style="font-style: italic;">El Universal</span>, 17 de septiembre). Tal vez. Aunque si nos ponemos difíciles, en qué momento y a quién se le ocurrió tomarse en serio a nuestro Estridentismo más bien rural, tan impresentable como lastimoso. Sólo a Bolaño y a otro gringo despistado en el trópico: Dos Passos. El autor de <span style="font-style: italic;">Manhattan Transfer</span> viajó a México (VTP a cargo del general Heriberto Jara) y se emborrachó un rato bajo el sol raro de una Estridentópolis en Jalapa. Por su lado, Bolaño transformó a Maples Arce en parte de la utilería rijosa de su novela y, se me ocurre, en el abuelo insospechado del infrarrealismo.<br /><br />En la lectura de Álvaro el ácido de <span style="font-style: italic;">Los detectives salvajes</span> (su “tropo esclarecedor”) radica en mostrar la futilidad del arte frente a los problemas “verdaderos”, los del mundo de allá afuera. Sin embargo, creo entender que entre las ideas fijas de toda vanguardia que no fue e<span style="font-style: italic;">ngagé</span> estaba precisamente eso: reírse a costa de quienes pagaban y aún pagan por los calambres y desmayos del espíritu intenso. Repasemos si no a los padres de la vanguardia histórica, desde el escándalo de <span style="font-style: italic;">Fountain</span> para acá. En este sentido me parece que existe una línea que, partiendo de la bolsa de recortes para montar cualquier numerito dadaísta, pasa por el meadero firmado por Duchamp y continúa con el alambre que sostiene a la inexpugnable “instalación” de Amalfitano en su traspatio juarense. El tendedero del que cuelgan las hojas del <span style="font-style: italic;">Testamento geométrico</span> de Rafael Dieste en una de las cinco novelitas que componen <span style="font-style: italic;">2666</span> sería, a mi modo de ver, un reflejo que hoy ha asumido aires de leyenda pero que comenzó, sin duda, como una tomadura de pelo.</div>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-46144908376616020302009-07-12T06:20:00.000-07:002009-07-12T06:38:56.468-07:00José Miguel Ullán<span style="font-size:100%;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuduCIW00UZYY5xFEJ8KLJ_JVKXWPI8jxGMBBNf5flTbjQfsOLwkcosDgAjgKkynDHQEf_-q4GHkXS5onmL9OXS3hIwjr2lyIsOHo6hXv2SVrHr2F1mZzp2j25Z2mdy0CxqhgqznLmIril/s1600-h/ullan.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 200px; height: 150px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuduCIW00UZYY5xFEJ8KLJ_JVKXWPI8jxGMBBNf5flTbjQfsOLwkcosDgAjgKkynDHQEf_-q4GHkXS5onmL9OXS3hIwjr2lyIsOHo6hXv2SVrHr2F1mZzp2j25Z2mdy0CxqhgqznLmIril/s200/ullan.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5357564472337019890" border="0" /></a><br /></span><div style="text-align: justify;"><span style="font-size:100%;">La última vez que vi a Ullán fue en el jardín de la revista <span style="font-style: italic;">Vuelta</span>. Él y Manuel Ferro, dijo, venían de casa de Vicente Rojo, a media cuadra de donde nos encontramos. Después de intercambiar los necesarios apretones de manos, José Miguel me entregó un enorme paquete con libros de Ave del Paraíso y nuevos títulos suyos, <span style="font-style: italic;">Ardicia</span> entre ellos. Por mi lado, al ofrecerle con cierto recelo –dado el escandaloso contraste– mi única plaquette de diez páginas, adiviné detrás de su sonora carcajada el aire cómplice: “No regales tu libro, poeta. Destrúyelo tú mismo.” Agradecí el gesto, por supuesto, sobre todo porque la fulminante cita de Monterroso aligeró esa atmósfera incómoda pero fatal cuando dos hojean sus dedicatorias mutuas.<br /><br /></span><span style="font-size:100%;">No lo volví a ver pero seguí recibiendo noticias suyas, a veces por amigos comunes o por intermedio de Manuel, quien la mañana del 24 de mayo me despertó con un e-mail: “El día de ayer falleció Miguel. Abrazos.” Pensé en Manuel, en José Miguel; en ambos sentados bajo una sombrilla al lado del enorme fresno que custodió la casa de Presidente Carranza 210, en Coyoacán. Y quise recordar a Ullán con esa carcajada suya: abierta, decidida y sin dobleces, como la de alguien que festeja el día a día sin tomarse demasiado en serio. Espontáneo e irónico, en efecto, José Miguel vivía tocado por la gracia de una generosidad siempre expansiva y se hacía acompañar por una suerte de inteligencia y curiosidad hiperactivas. Sabía de todo y estaba en todo, aunque nunca se sobreexponía: cualquiera se iba enterando de ello, o no, según las necesidades de la plática. Así, durante años fue el discreto benefactor e ilustrador de E<span style="font-style: italic;">l Signo del Gorrión</span>, revista extravagantemente artesanal editada en León por los poetas Ildefonso Rodríguez, Miguel Casado y Olvido García Valdés (de las mejores en nuestra lengua, decía Bolaño). Al mismo tiempo, algunos de sus libros de poemas aparecían ilustrados con obra de Saura, Vicente Rojo, Tàpies, Sempere, Palazuelo, Broto y Sicilia. Desde luego, dicha empatía con el universo de la pintura estaba lejos de ser una simple inclinación antojadiza. Como sus coterráneos Ràfols-Casamada y Joan Brossa, el mismo Ullán perteneció a esa frontera ubicua donde la poesía, la expresión gráfica y plástica se reconocen con idéntica raíz.<br /><br /></span><span style="font-size:100%;">Y claro, aquella hiperactividad de la que hablamos fue, sin duda, una de las formas tempranas de su lucidez. Ullán había nacido en 1944 en Villarino de los Aires, Salamanca, pero abandonó la España franquista a los veintidós años para instalarse en París, donde al poco tiempo ingresó a France Culture, emisora pública que durante los años sesenta transmitía segmentos radiofónicos en español en las voces de Sarduy, Vargas Llosa y García Márquez. Seguramente vio de cerca no sólo el mayo del 68 francés sino también los fuegos experimentales con aristas del letrismo (Isau y su “compromiso” con el caos), el grupo Cobra (Asger Jorn y su desprecio de la autoría) y la Internacional Situacionista (con aquel <span style="font-style: italic;">détournement</span> de efectos imprevisibles cuando intervenía sobre cualquier “originalidad”). En este sentido y más acá de las inclemencias del exilio, me parece que sus años en Francia fueron decisivos porque ayudaron a configurar una poética que supo reinventarse a cada paso bajo la sospecha –acaso leída en Jabès– de que nuestras incertidumbres crean, las respuestas matan. Si no, baste con ver <span style="font-style: italic;">Ondulaciones</span> (Galaxia Gutenberg, 2008), reunión de toda su obra que seguirá desafiando por mucho tiempo nuestras ideas hechas acerca de la figura del poeta y las formas de la poesía.<br /><br /></span><span style="font-size:100%;">De regreso en Madrid en 1976 tras la muerte de Franco, Ullán realizó una intensa labor periodística y editorial en Antena 3, TVE, <span style="font-style: italic;">El País</span>, <span style="font-style: italic;">ABC</span> y en aquel emblema de la transición española: <span style="font-style: italic;">Diario 16</span>, en donde fue gestor y editor del mítico suplemento <span style="font-style: italic;">Culturas</span>. Su trayectoria periodística se repartió entre la crítica de arte, literatura y poesía y la charla con gente del espectáculo y la cultura. Sus encuentros iban así de las transmisiones en compañía de Marguerite Duras u Octavio Paz, a la columna sobre las coplas de Miguel de Molina o los boleros de Elvira Ríos.<br /><br /></span><span style="font-size:100%;">En un intento por definir la poesía de Ullán aún hay quienes no dudan en identificarlo con una poética del silencio. Me parece que se trata de un error. Su inmersión cotidiana en la multiplicidad de ambientes que acabamos de referir tiene una correspondencia inequívoca en esas ramificaciones sin término que atraviesan sus libros: el lenguaje culto y el verso clásico cohabitan con el habla social y esta, a su vez, con una oscuridad saneada de cualquier trascendencia beatífica. En este sentido, Miguel Casado ha sintetizado mejor que nadie dicha característica: se trata, dice, de “una palabra hacia afuera”. Por lo demás, ¿no fue el mismo Ullán quien se encargó de aclarar el malentendido?: “El silencio es un sueño más. No sé por qué, en su nombre, suele malgastarse tanta saliva.”<br /><br />Publicado previamente en <span style="font-style: italic;">Letras Libres</span>, julio de 2009<br /></span></div>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-36370208756505368742009-06-07T08:52:00.000-07:002009-06-08T06:49:27.760-07:00Andrés Sánchez Robayna y el ocaso de la poesía<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://www.letraslibres.com/imagen.php?id=5790"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 209px; height: 341px;" src="http://www.letraslibres.com/imagen.php?id=5790" alt="" border="0" /></a>Después de leer <i>Deseo, imagen, lugar de la palabra</i> no dudaría en señalar que, en nuestros días, la obra de Andrés Sánchez Robayna constituye uno de los momentos de particular hondura intelectual y espiritual escritos en nuestra lengua. Dueño de una vastísima cultura y desde la base de su propia vocación como poeta, la experiencia de este escritor canario seduce no sólo en virtud de un conocimiento agudo de la tradición sino porque, digámoslo así, en sus páginas la conciencia de esta tradición parece hablar consigo misma. No es a Robayna a quien escuchamos reflexionar a fin de cuentas: es la historia de la poesía, el arte y el pensamiento contemporáneos confrontándose a través de algunos de sus capítulos determinantes pero, también, tanteando el vértigo de sus incertidumbres más severas.<br /><div style="text-align: justify; font-family: georgia;"><span style="font-size:100%;"><br />A propósito de éstas y según Steiner, con la desaparición de la alianza que sostuvo el pacto de identidad sacramental entre la palabra y el mundo, la conciencia de Occidente se mudó de casa. Tan es así que las órbitas de la sensibilidad y el conocimiento más profundas y complejas (desarrolladas hoy en día por la investigación científica y tecnológica) han llegado a configurar un todo de articulaciones no verbales en donde, precisamente, el pensamiento del hombre de letras no tiene ya cabida. Se trata de una dimensión inédita, un universo esencialmente no letrado e, incluso, contraletrado cuya realidad prefiguró, dramáticamente, la bóveda del nihilismo semántico destapada por Mallarmé. Puestos en este punto y si quisiéramos rastrear el nacimiento de esta nueva conciencia <i>afterword</i> (la definición es de Steiner), debemos remontarnos a las noches de <i>Un coup de dés</i>. Significativamente, el volumen de Andrés Sánchez Robayna abre y cierra con sendos ensayos en torno a la figura y obra mallarmeanas. Entre ambos escritos (“Mallarmé y el saber de la nada” junto con el que da título al libro), las ondas concéntricas de <i>Deseo, imagen, lugar de la palabra</i> se multiplican tras la aspiración de conjurar aquel vacío, eje incómodo que heredamos de la Modernidad.<br /><br /></span><span style="font-size:100%;">Sugería yo al inicio que Robayna es ante todo un poeta, con una obra que desde hoy ocupa un sitio ineludible en el panorama de la lírica actual escrita en castellano (reunida en <i>El cuerpo del mundo, </i>2004). En tal sentido, apenas si es necesario añadir que se trata de alguien para quien la práctica de la poesía es indisociable de la reflexión, señalando arterias en donde la poesía se encuentra con otras figuras de la creación y el pensamiento. Partiendo de esta cercanía, <i>Deseo, imagen, lugar de la palabra</i> reúne un conjunto de ensayos sobre la premisa de algunas de sus afinidades electivas: Valéry, Breton, Michaux, Celan, Seferis, Lezama y Juan Ramón Jiménez, entre otras que acompañan a Mallarmé. Robayna continúa la segunda sección con varios ensayos sobre artistas. Justo es señalar aquí que el escritor es uno de esos rarísimos ejemplos de poeta ante quien la expresión gráfica y plástica no es sólo un pretexto para la metáfora oportuna sino que, bajo su mirada, las equivalencias clásicas entre el nacimiento de las formas y la expresión poética se acentúan perfilando significaciones nuevas. No es gratuito, desde luego, que la experiencia de aquellos artistas mantenga un fuerte vínculo con las esferas de la poesía y, en general, con el fenómeno de la palabra escrita. El volumen concluye con una exposición: “Poesía y pensamiento”, más un ensayo extenso en el que –decía yo líneas arriba– se explora el lugar de la poesía centrada por el mutismo al que la condenó Mallarmé.<br /><br /></span><span style="font-size:100%;">La clave de Sánchez Robayna ante esta imposibilidad terminal es una reflexión lúcida pero, también, una poética: “Lo que ha cambiado, de Mallarmé a nosotros, es que esa extrema conciencia del lenguaje, en el que reside, sí, el hecho poético por excelencia, lo es también de que hay algo que va más allá de él”. El autor no duda en identificar a esta interpelación del más allá con un recurso de lo trascendente: “un designio de religación, de una conciencia, en suma, religiosa”. Para el poeta (según creo que advertía Heidegger) la ciencia <i>no piensa</i> y, en esa medida, es incapaz de un paso al margen de la prueba. Vida que acontece ajena a la vida de la imagen. Y precisamente éste es el reproche de <i>Deseo, imagen, lugar de la palabra</i> al auge actual del nihilismo científico y la vacuidad tecnológica: ambos niegan la posibilidad de la palabra como emisora o creadora de significados, entendiendo por ello cierta flexibilidad ubicua para transmitir información, conocimiento e, incluso, energía especulativa. Sin embargo, al margen de esta instrumentalización y a más de un siglo de las noches blancas de Mallarmé, los fenómenos que determinan el fin de la Modernidad no se entenderían, para Robayna, sin el surgimiento “cada día creciente y más intenso, de una palabra que mira y se encarna más allá del lenguaje”.<br /><br /></span><span style="font-size:100%;">Publicado previamente en <span style="font-style: italic;">Letras Libres</span> España, mayo de 2009.<br /></span><span style="font-size:100%;"><a name="COMENTARIO"></a><a name="COMENTARIO"> </a></span> </div><h4 style="font-weight: normal; text-align: justify; font-family: georgia;"><span style="font-size:100%;"><a name="COMENTARIO"><strong></strong></a></span></h4><span style="font-size:78%;"><br /></span>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-35291872536743396182008-12-01T15:05:00.000-08:002009-03-17T15:46:41.856-07:00El mejor libro del 2008<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjL9q4trMoKS1ViBLIdiAnfhHL3qVJ_uERaGCa3J49DfC3Lvie-Ay81-p1AQSyMyNGWedT_On_zG86J-MtxK9s7aSPKaOZ3CAcn-5XqNpSbvxk8qnn-pnBINrLuNj0o-AGHs4cpuZo1GFps/s1600-h/Mart%C3%ADn+Solares+portada.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 214px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjL9q4trMoKS1ViBLIdiAnfhHL3qVJ_uERaGCa3J49DfC3Lvie-Ay81-p1AQSyMyNGWedT_On_zG86J-MtxK9s7aSPKaOZ3CAcn-5XqNpSbvxk8qnn-pnBINrLuNj0o-AGHs4cpuZo1GFps/s320/Mart%C3%ADn+Solares+portada.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5274963868203387842" border="0" /></a>Me entero por una entrada del blog de <a href="http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/el_blog_de_jess_silva_her/">Jesús Silva-Herzog</a> que han empezado las listas con los mejores títulos publicados en 2008. La fuente que cita es el <a href="http://www.nytimes.com/2008/12/07/books/review/100Notable-t.html?_r=1&pagewanted=all"><span style="font-style: italic;">Sunday Book Review</span></a> (NYT) con nada menos que 100 de los mejores títulos en EE. UU. y, en ese mar, al obeso <span style="font-style: italic;">2666</span> de Roberto Bolaño, recién publicado por Farrar, Strauss & Giroux. Para Silva-Herzog, Bolaño es el mejor escritor latinoamericano, lo que sea que esto signifique. Por mi parte, me sorprendió no encontrar en esa lista del<span style="font-style: italic;"> Sunday Times</span> a Junot Díaz, el actual Pulitzer de origen dominicano (autor de <span style="font-style: italic;">The Brief Wondrous Life of Oscar Wao</span> y editor de la <span style="font-style: italic;">Boston Review)</span> a quien la gente de Bogotá 39 considera como de los suyos (para <a href="http://notasmoleskine.blogspot.com/2008/11/junot-daz-book-tour.html">Iván Thays</a>, por ejemplo, Junot es el latinoamericano más exitoso del 2008). Curiosamente, es al mismo Díaz a quien en Londres el <a href="http://entertainment.timesonline.co.uk/tol/arts_and_entertainment/the_tls/article5236390.ece"><span style="font-style: italic;">Times Literary Suplement</span></a> consultó para saber cuál es, a su juicio, el mejor libro del año. ¿Alguno de Coetzee, Ozick, Roth o, por lo menos, Peter Carey? Nada de eso..., para Junot Díaz el mejor volumen de ficción es <span style="font-style: italic;">Los minutos negros </span>(<span style="font-style: italic;">The Black Minutes,</span> Grove Press), la primera novela de Martín Solares (Tampico, 1970). En México el libro apareció en Mondadori y, en su momento, se reseñó con verdadero entusiasmo por Paz Soldán.David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-16231020978574611762008-11-28T11:50:00.000-08:002008-11-28T12:03:32.490-08:00¿Michiko Kakutani o Harold Bloom?<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://www.slate.com/id/2139452/pagenum/all/"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 164px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIOzm3xClWIB72-6QpNi7RLCSXyJLL1NqK8SaVioJ__GlqiFxngYsQuCYWWzNj6E40CssxeQ7IvuiVVhkvSAdXA2Mex3PI2eQRBsxuaqMyvRQVvEn45fawPcr4aeZvVaJJcD7H67RTwOdw/s320/Kakutani.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5273799907203567586" border="0" /></a><br /><span style="font-size:85%;">Al expresar mi nostalgia por mejores tiempos para la figura del crítico me pregunto si no estoy haciendo un poco el ridículo. Claro: qué lástima no tener más en México a alguien como Paz o Zaid...<br /><br />En mi entrada anterior decía yo que el mundo anglosajón parece atravesar hoy por las mismas penas. En ese contexto, me imagino que mi lamento se parece mucho a la nota de alguien ensalzando el nombre de Bloom por encima de los reseñistas habituales. En efecto, hace unos meses Tim Lisle (editor del </span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >Intelligent Life</span><span style="font-size:85%;">, revista de </span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >The Economist</span><span style="font-size:85%;">) publicó una encuesta titulada <a href="http://www.moreintelligentlife.com/node/884">“Our Guide to the Best Critics”</a>. En ella destacan algunos personajes realmente decisivos del escenario cultural británico y norteamericano como James Wood (</span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >New Yorker</span><span style="font-size:85%;">), John Carey (</span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >The Sunday Times</span><span style="font-size:85%;">) y Michiko Kakutani (</span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >The New York Times</span><span style="font-size:85%;">). Para realizar el censo </span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >The Economist</span><span style="font-size:85%;"> se aseguró de consultar a grandes personalidades del medio, entre ellos a Ian Jack, el editor de </span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >Granta</span><span style="font-size:85%;"> en épocas gloriosas. Curiosamente los encuestados coinciden en otorgarle a la crítica un lugar de peso en torno de cualquier reputación literaria. Así, son célebres las reacciones que Kakutani ha desatado entre Susan Sontag, Mailer o Jonathan Franzen (quien la llama “la Bush de la crítica”).<br /><br />Según es usual en los sitios web de muchos diarios y revistas, al final de “Our Guide to the Best Critics” la página de </span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >Intelligent Life</span><span style="font-size:85%;"> registra los comentarios del público. Uno de ellos —creo que anónimo— confiesa, aunque con otras palabras: “He leído a Bloom desde hace 40 años, pero ¿quién leerá a Kakutani dentro de esos mismos años...?” </span>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-65393144585571358032008-11-24T17:18:00.000-08:002008-11-25T06:49:35.121-08:00¿Quién lee a los críticos?<div style="text-align: left;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgglkAXQyfwe2GetOIPIXBuZdbVBdOLdT6gtqlhyjzOahXWsxPezqwfAChWfu6DEqYWSb1DMvelQySsKbWZ5pXgFScZsosOdbiY5FSkjZZ-NgaswX4gHoK-xiUPa7VHDxJfr2qtuJgedvj-/s1600-h/ed3.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 239px; height: 123px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgglkAXQyfwe2GetOIPIXBuZdbVBdOLdT6gtqlhyjzOahXWsxPezqwfAChWfu6DEqYWSb1DMvelQySsKbWZ5pXgFScZsosOdbiY5FSkjZZ-NgaswX4gHoK-xiUPa7VHDxJfr2qtuJgedvj-/s320/ed3.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5272399112393708706" border="0" /></a>No conozco los detalles sobre lo que sucede en otros lugares pero recorriendo los sitios web de algunos diarios y revistas no hay muchas voces que se distingan de entre la morralla ambiental. Antes un reseñista del <span style="font-style: italic;">New Yorker</span> era Steiner quien, a su vez, ocupó la plaza que al morir dejó Edmund Wilson. En cambio, hoy debemos resignarnos a un comentario de <a href="http://www.nytimes.com/2008/11/09/books/review/Lethem-t.html?_r=2&pagewanted=1">Jonathan Lethem</a> sobre Roberto Bolaño en cuanto talismán de la nueva narrativa latinoamericana: “Bolaño has been taken as a kind of reset button on our deplorably sporadic appetite for international writing, standing in relation to the generation of García Márquez, Vargas Llosa and Fuentes...”<br /></div><br />Con motivo de la reciente edición en inglés de <span style="font-style: italic;">2666</span> esta nota se publicó en el <span style="font-style: italic;">NYT </span>y, con las adaptaciones del caso, apenas si transcribe aquella oración que en boca de muchos ya hemos escuchamos aquí y allá.<br /><br />Tiene razón Juan Malpartida: es lamentable la desaparición del crítico capaz de enseñarnos algo que, solos, no habríamos podido ver. Así lo escribe en su colaboración de <span style="font-style: italic;"><a href="http://www.letraslibres.com/index.php?art=13401">Letras Libres</a></span> de este mes:<br /><br />“¿Quién necesita a los críticos? ¿Para qué los críticos? En cuanto a lo primero: las empresas, porque son una publicidad barata; en cuanto a lo segundo, soy más pesimista. Y sin embargo creo en la necesidad de la crítica, porque sigo creyendo que forma o debe formar parte de lo que otro crítico dijo modestamente: que es un diálogo culto que se mantiene con un interlocutor imaginario, y porque tiene o debería tener una dimensión política importante al mediar entre los productos de la cultura y los receptores de la misma. No sólo es opinión sino idea.”<br /><br />La desaparición de la crítica, al parecer, sucede en todas partes, del cono Sur al medio peninsular --y entiendo que los norteamericanos pasan por el mismo mal (Sven Birkerts publicó hace tiempo un ensayo notable sobre el cierre de <span style="font-style: italic;">Partisan Review </span>como ejemplo sintomático).<br /><br />El problema, sin embargo, es que no hay qué ni a quién leer, a pesar de que aún existan aquellos dedicados a la reseña mensual (a veces yo entre ellos). En México los suplementos culturales prácticamente han desaparecido y las revistas con cierto espacio para la crítica pueden contarse con los dedos de una mano. Ahora bien, lo más grave es que la figura del crítico como tal carece ya de importancia. ¿Quién lo lee? A juzgar por lo que hay... confieso que yo no. Al último que seguí con regularidad fue a Christopher Domínguez pero antes no me perdía una nota de Pacheco, una reseña de Zaid o un ensayo de Paz. Hoy prefiero sumergirme en una entrevista en donde un autor (Piglia o Vila-Matas, Juan Gabriel Vázquez o Junot Díaz) habla de sí mismo, de su obra o los libros de los demás.David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-43719623900197334182008-09-29T16:40:00.000-07:002008-09-29T17:16:20.561-07:00Borges, Bioy y Vila-Matas<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWgSLEpFD4aqWpsnNhpRT6sYC-Q8-WW9iXdSJYJf7LUvaROSwojuqIYqkk3pqAMTw0_DEm97R_bP-Lk-Cc_DLXq-hKjwu-6Dm4ani4OMz6wG0O-IUD-pNibqkJGXkt9B-aYQTGZzI7-esz/s1600-h/Vila+matas.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5251597658379596178" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWgSLEpFD4aqWpsnNhpRT6sYC-Q8-WW9iXdSJYJf7LUvaROSwojuqIYqkk3pqAMTw0_DEm97R_bP-Lk-Cc_DLXq-hKjwu-6Dm4ani4OMz6wG0O-IUD-pNibqkJGXkt9B-aYQTGZzI7-esz/s320/Vila+matas.jpg" border="0" /></a> <div>Recuerdo que en <em>Borges</em> —aquel volumen inmenso publicado hace un par de años— hay más de una alusión al autor de <em>Ficciones</em> orinando el piso o la tapa del excusado en casa de los Bioy. Silvina no deja de hacer caras hasta que, junto con su marido, optan por asignarle uno de los baños que nadie más usará. Los comentarios de Bioy son de un gusto cruel aunque raro…:<br /><div><blockquote><p align="left">“Come en casa. Empezamos el cuento del que intenta enamorar a una mujer absurda y, porque no lo consigue, se enamora y se suicida. Después, recitando ‘Troy Town’ me orina largamente el piso del baño. ‘Estás <em>miando</em> fuera del tiesto’, le prevengo. Da un pasito hacia delante y sigue recitando a Rosseti y meando en el piso. Sale con los zapatos empapados. Me pregunta. ‘Una poesía como la de Rosseti, puramente literaria, puramente decorativa, ¿es lícita?’”</p></blockquote><div align="left">Me quedo pensando y no puedo, no puedo más que preguntar ¿por qué Bioy no esperaba afuera? En ocasiones a la gente le da por coleccionar detalles extravagantes de sus autores y la cosa parece normal. Es decir, hasta cierto punto nos resulta comprensible que un ser excepcional cultive sus tics; sin embargo, algo no encaja si vemos al autor de <em>Ulises</em> hundido en plácidas horas frente al televisor (dejemos a un lado que en tiempos de Joyce aún no había tele). ¿Pessoa pastoreando alguno de sus improbables críos lonchera en mano? Sería tanto o peor que verlo orinar. Y a nosotros eso no nos gusta… y parece que a Vila-Matas tampoco. Cuando menos eso saco en limpio mientras leo su <em>Dietario voluble </em>recién editado: </div><br /><blockquote></blockquote><div align="justify">“¿Será que lo doméstico –ese veneno que acaba con las pasiones y que también llamamos cotidianidad– lo arruina todo? ¿Será que ver de cerca a los genios les hace perder interés y los desmitifica? ¿No deslumbra lo mismo, por ejemplo, una conversación de sobremesa con Borges, que la lectura de uno de sus relatos? ¿Era Borges un ser algo pelmazo para Silvina? ¿Se puede ser genial todo el rato?” </div><br /><div align="justify">Ahora bien, todos tenemos o hemos tenido un amigo que durante el asado del fin de semana diserta con la profundidad de un Wittgenstein. Dicho lo cual, no sé qué me aterra más… si la densidad de mi amigo o los bostonianos de Borges saliendo del baño. </div></div></div>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-16977989271039554492008-09-17T09:26:00.000-07:002008-09-18T15:22:16.281-07:00Revelaciones de María Kodama<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKQnO38D0XSFj04orqrgbiAcMVDe0WkkrFQw3paJM9o_NcL-q9wCxNdJcWBBaWpmQfoOqT9ov3wlFm0wFclU1pYyK39v6jsfp_EZzH_pmfsiNtkTm4XYd-7XEgYw1P3bvVEr-3C2wfXxyq/s1600-h/borges.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKQnO38D0XSFj04orqrgbiAcMVDe0WkkrFQw3paJM9o_NcL-q9wCxNdJcWBBaWpmQfoOqT9ov3wlFm0wFclU1pYyK39v6jsfp_EZzH_pmfsiNtkTm4XYd-7XEgYw1P3bvVEr-3C2wfXxyq/s320/borges.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5247489010560287282" border="0" /></a><br /><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><!--[if gte mso 9]><xml> <w:latentstyles deflockedstate="false" latentstylecount="156"> </w:LatentStyles> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} a:link, span.MsoHyperlink {color:blue; text-decoration:underline; text-underline:single;} a:visited, span.MsoHyperlinkFollowed {color:purple; text-decoration:underline; text-underline:single;} p {mso-margin-top-alt:auto; margin-right:0cm; mso-margin-bottom-alt:auto; margin-left:0cm; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:595.3pt 841.9pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:35.4pt; mso-footer-margin:35.4pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;} </style> <![endif]--> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal">Leí ayer en <u><a href="http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1050527">ADN</a> </u>(el suplemento de <i style="">La Nación</i>) algo que el diario ofreció como una revelación a propósito de los gustos musicales de Borges: </p> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></p><blockquote><span style="font-size:85%;">“Los Rolling Stones y los Beatles también ‘le encantaban por su fuerza increíble’, reseñó Kodama, quien recordó el día en que Mick Jagger se cruzó a Borges en el Palace de Madrid y le dijo que lo admiraba después de arrodillarse y tomarle la mano. Borges ‘un poco asombrado’ le preguntó quién era porque no veía y cuando Jagger se presentó le contestó: ‘Ah, uno de los Rolling Stones’.”</span></blockquote><p></p> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal">Se trata de una reproducción de las declaraciones de la viuda ante los micrófonos de BBC Mundo, en París, ciudad en donde se exhibe la muestra "El Atlas de Borges".</p> <p class="MsoNormal"><br /></p><p class="MsoNormal">Lo cierto es que María Kodama viene diciendo lo mismo desde hace rato y parece que todavía hay quienes no sólo se lo toman en serio sino que lo presentan como una primicia. Hace un par de años, en la FIL Perú 2006 la viuda engatusó a los periodistas con el mismo cuento... Así lo consigna una entrada del blog de <a href="http://notasmoleskine.blogspot.com/2006/07/borges-domstico.html">Iván Thays</a> quien, por lo demás, nos remite a otra entrada de 2004, una nota graciosísima firmada por el narrador argentino radicado en Barcelona, <a href="http://www.orsai.es/2004/11/mi_ltima_voluntad_que_te_calles_php">Hernán Casciari</a>: </p> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p> <p>“Estuve todo el fin de semana con un retortijón en el estómago por culpa de unas declaraciones de María Kodama a la prensa española: <i>‘A Borges le gustaba Pink Floyd’</i>, aseguraba, muy alegre de cuerpo, la viuda. Y no es que esté en contra de la música moderna; lo que me pone los pelos de punta es esta moda, contemporánea y ruin, de que los herederos saquen a relucir las intimidades de sus parientes inmortales. Sobre todo cuando lo que cuentan son esas pequeñeces de entrecasa que los muertos más han querido esconder.</p><p>Hay muchas maneras de disfrazar nuestra mediocridad doméstica. La más difícil de todas, está claro, es ser un genio. Los pocos que logran escribir un par de poemas inolvidables, o pintar cinco cuadros gloriosos, o patear todos los tirolibres al ángulo, o componer tres canciones de las llamadas clásicas, deberían tener eternamente perdonado que hayan meado en vida la tabla del inodoro, o que hayan votado a la derecha, o que un día atropellasen a una vieja en el auto y se hayan dado luego a la fuga.”</p>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-88695179616105373312008-09-10T15:16:00.000-07:002008-09-10T15:26:50.875-07:00Vidas perpendiculares<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmpoN0sIFd7aJ-snV0I966OAGAPAJQnboUMGnaYDBxk-yh8FX7CEbG6_aOI44UfSekvE__AT79mkSPCoqb2U8JiNmDA-WAGIl4jQ-vXCR-uKhlxDD5HgNHGXYthDBzuY_dy50pqX12PqD-/s1600-h/Vidas+perpendiculares.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5244522234650146466" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmpoN0sIFd7aJ-snV0I966OAGAPAJQnboUMGnaYDBxk-yh8FX7CEbG6_aOI44UfSekvE__AT79mkSPCoqb2U8JiNmDA-WAGIl4jQ-vXCR-uKhlxDD5HgNHGXYthDBzuY_dy50pqX12PqD-/s320/Vidas+perpendiculares.jpg" border="0" /></a> <em>Vidas perpendiculares</em> es una novela de estructura compleja y, a veces, complicada. Por los destellos de humor y buena prosa, muchos de sus capítulos son realmente admirables aunque, en otros, al narrador se le escaparon varias lagartijas (la imagen es de <a href="http://www.letraslibres.com/index.php?art=13193">Paz Soldán</a>). Ahora bien, estos posibles cabos sueltos no me parecen un obstáculo suficiente para no reconocer que Álvaro Enrigue es uno de nuestros novelistas más sólidos. Tanto que, contra lo que suele suceder cuando nos encontramos ante una trama difícil pero inútil, con <em>Vidas perpendiculares</em> se antoja una segunda lectura, seguros de que sus páginas aún nos reservan algo. <div><div></div><br /><div>No sé muy bien qué sea ese algo y, al cabo, cada quien su lectura. Las hay tan extrañas que –al oírlas– uno se queda con la boca abierta, titubeando bajo la fuerte impresión de haber llegado a otra casa… ¿Leímos el mismo libro? A propósito de <em>Vidas perpendiculares</em> escribe Christopher Domínguez en <a href="http://www.reforma.com/edicionimpresa/notas/20080907/elangelcultural/1016997.htm"><em>El Ángel</em> </a>de este fin de semana: </div><blockquote><p align="justify">"Estamos ante una novela histórica porque su materia novelesca se nutre, si no me aventuro muy lejos, de algunas de las ideas del filósofo y jurisconsulto napolitano Giambattista Vico (1668-1745). Enrigue, con una profunda y divertida lucidez, juega con esas fases de la historia universal que van y vienen a través de <em>corsi </em>y <em>recorsi</em>, siempre y cuando haya una mente capaz de recurrir a la penetración imaginaria, al don de la fantasía, para convocarlas."</p></blockquote><div align="justify">Pues sí. Y me imagino que no faltará quien piense que la novela de Enrigue es, en realidad, una puesta en práctica de la técnicas narrativas de Jeffrey Lieber… Y ahora que lo escribo advierto que, después de todo, las intersecciones espacio temporales de <em>Lost</em> pudieran tener también una deuda inconfesada con Vico... </div></div>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-11182429744265263532008-08-29T14:18:00.000-07:002008-08-29T15:49:12.786-07:00Paz y Cortázar bailando<object height="344" width="425"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/mXb33aHIFNk&hl=en&fs=1"><param name="allowFullScreen" value="true"><embed src="http://www.youtube.com/v/mXb33aHIFNk&hl=en&fs=1" type="application/x-shockwave-flash" allowfullscreen="true" height="344" width="425"></embed></object><span style="font-size:78%;">Sin sonido en el original.</span><br /><br /><div style="text-align: justify;">El 17 de marzo de 1968, Octavio Paz escribía a Tomás Segovia desde Nueva Dehli:<br /><br /></div><div style="text-align: justify;">"Escribo ahora -o más bien: construyo, dispongo, despliego o dibujo- poemas concretos. [...] También leemos, en la noche (Marie José, Julio, Aurora Cortázar y yo) poemas a la luna -haikú o poesía sánscrita, pesada como una diosa y toneladas de pechos, caderas, collares, aretes, cinturones, pelo, ajorcas y pestañas." También bailaban.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Cartas a Tomás Segovia</span>, Fondo de Cultura Económica, 2008.<br /><br /><br /></div>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-91481478674070663232008-08-29T14:16:00.000-07:002008-08-29T14:20:00.081-07:00El poema como interrogación<div style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZtj5pnK6g23QD0gqXItSP0gTF_l5VVplOW5Bsm0DiJromQD2kXY_DiXYjpUziiZrr3k668UvlBuoT0-pSSr89iZcF7-YMHv01G-y63-CR3e7kvPkER9jNscIWGG39lt2wAVXhrUQjXbc/s1600-h/Coral.bmp"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZtj5pnK6g23QD0gqXItSP0gTF_l5VVplOW5Bsm0DiJromQD2kXY_DiXYjpUziiZrr3k668UvlBuoT0-pSSr89iZcF7-YMHv01G-y63-CR3e7kvPkER9jNscIWGG39lt2wAVXhrUQjXbc/s400/Coral.bmp" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5238968423272644002" border="0" /></a>Cada que me enfrento con un nuevo libro de Coral Bracho siento que debo comenzar de cero, como si nunca hubiera leído nada de ella y lo que llega a mis manos se me escapara, ajeno a toda intención conceptual. Ciertamente, conozco a una buena parte de lo que la crítica ha escrito desde que apareció <i>Peces de piel fugaz</i>, su primer título, publicado al final de los años setenta por La Máquina de Escribir. Sin embargo, confieso que muchas de estas exégesis me han dejado siempre un tanto frío, particularmente aquellas provenientes del post estructuralismo más duro. El universo de imágenes al que recurren para explicar, digamos, la poesía de Coral Bracho como un tejido “rizomático” es sugerente, sin duda, pero por lo general aparecen plagadas por un conjunto de jergas que oscurecen lo que antes pudiera resultarnos obvio: Coral Bracho escribe y habla con los cinco sentidos.</div><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal">En efecto, el concepto de rizoma, extraído del discurso de Deleuze y Guattari y sobrepuesto como un mapa de lectura sobre <i>El ser que va a morir, </i>por ejemplo, tiene sentido en la medida que es un símil que ilustra el carácter indeterminado de estos poemas, sus largos fraseos que inician en cualquier punto y no concluyen nunca. Sin embargo, se trata sólo de eso, de un símil; de una poética que, para mí, pierde interés en cuanto se transforma en bártulo de especialistas o en militancia hermenéutica. En este sentido, la figura del rizoma como un amasijo de tallos subterráneos que crecen por acumulación sin seguir un desarrollo natural y progresivo que les de forma (un lirio, un octosílabo), sirve en tanto lente que nos ayuda a discernir una estructura. No obstante, como decía Mounin a propósito de los “mecánicos del texto literario”, limitarnos a este tipo de lectura es como aprender a armar y desarmar un reloj, olvidando que éste sirve para medir algo sobre lo que apenas si tenemos la más mínima intuición: el tiempo. Y los poemas de Coral Bracho, entre otras cosas, son eso: una medida del tiempo; un momento habitado entre dos abismos (la nada anterior y final) o el instante suspendido por el deseo que yergue al “ser que va a morir”.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal">En este contexto, me gusta la antología que ha preparado, traducido y publicado recientemente Forrest Gander para <a href="http://www.ndpublishing.com/books/brachofirefly.html">New Direction</a>, la legendaria editorial norteamericana que —a insistencia de Pound— fundó James Laughlin hace más de siete décadas. Me gusta porque, sin proponérselo, corrige la interpretación anterior con la que, insisto, suele identificarse a Coral Bracho. Y si cualquier traducción es un acto de interpretación, con más razón una antología es el resultado de una lectura meditada, con miras a destacar los rasgos esenciales de una voz sin traicionar las fases de su evolución natural. De ese modo, <i>Firefly Under the Tongue </i>traza un mapa en donde encontramos aquella poesía que se ramifi ca al dictado de cierta ley de las asociaciones (metonímica, dirán algunos) y, asimismo, abre un espectro en el que el poder de atracción se hunde en la perplejidad. Los órganos internos de la analogía, por decirlo así, experimentan un vacío, una ruptura que disgrega a los seres y las cosas. En este sentido y para expresarlo en pocas palabras habría que decir que la afirmación vital, casi orgánica y ritual de los primeros libros (<i>Peces de piel fugaz</i>, <i>El ser que va a morir</i>), al final encalla en una interrogación.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal">Forrest Gander ha sabido interpretar este cambio drástico en la poesía de Coral Bracho siguiendo las variaciones de la voz. En efecto, cualquiera de los poemas que el traductor y antologador recoge al final de <i>Firefly Under the Tongue </i>está dictado por un ánimo que habita una dimensión más meditada que palpada, menos corporal y más atenta a cierta música de la idea, como decía Darío. Se trata de un cambio en el eje de rotación que sostiene al poema efectuado al paso de los años y que, en la introducción que el traductor escribió para este volumen, ubica y expone de la siguiente manera:</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal"><span style="" lang="EN-US">The book-length poem <i>That Space, that Garden </i>and the new shorter poems that follow it seem to forge out of Bracho’s earlier styles a capacious new virtuosity. While the poems can be abstract, the intensifying cadence and the canon-like effect of repeating talismanic words ensure that the work is experienced sensually as well as intellectually. While never intending to mirror the world in snapshot images, Bracho increasingly tunes in to the frequency of things, the thicket of things that comprise a region, a room, a relationship. Her meditation on the palpable edge of <i>thingness—</i>the surface of trees, furniture, skin—leads her to an intuition of volume, depth, inhabiting spirit. Radiating lines of perspective and shifting, ambiguous pronouns lead us across the borders of familiar language tropes into a concentrated attentiveness, a bedazzled listening. Removed from any central vantage point, we discover a world of uncanny interrelationships, our own world: complex, provisional, yet somehow intact.<o:p></o:p></span></p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal"><span style="" lang="EN-US"><o:p> </o:p></span></p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal">A mi manera de ver se trata de un desplazamiento desconcertante viniendo de alguien a quien, decíamos al inicio de esta nota, identificamos con la red de los sentidos lanzada al río de las metamorfosis esencialmente tangibles; esto es, una sensibilidad bien dispuesta al “deleite de las formas”, según nos dijo en <i>Tierra de entraña ardiente</i>. En este orden —recordemos— los poemas de Coral se hundían en la marea de los elementos para regresar transformados en ritmo e imagen gracias a una enorme capacidad para experimentar el lenguaje como un fenómeno con respiración propia. Una poética en donde las palabras aparecían dotadas de una identidad casi orgánica entretejida a un cauce dilatado y denso.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal">Por el contrario, en sus poemas más recientes aquellos elementos se convierten en objetos —lo que no es poco decir—, como si la alta marea de las asociaciones se hubiera retirado dejando un pan sobre la mesa. La espiral del deseo que atravesó <i>Peces de piel fugaz </i>o <i>El ser que va a morir </i>multiplicando la realidad al contacto de otras realidades, se subvierte y desgaja con aire de cosa dislocada. Consecuentemente, dichos objetos traen consigo la posibilidad de hundir la mano en otra dimensión, a riesgo de suspender toda certeza acerca de nuestra propia realidad. Para ser precisos hay que reconocer que esta duda abrió un hueco en la poesía de Coral Bracho desde su anterior libro, <i>Ese espacio, ese jardín</i>, volumen en donde la plenitud se asoma al espejo de la vacío para leer el paso de los días: “La muerte,/ a gatas entre los muebles”.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal">En efecto, me parece que con <i>Cuarto de hotel </i>no hay ya plenitud posible y las epifanías del tiempo —el deseo que ata los cuerpos en <i>Peces de piel fugaz </i>y <i>El ser que va a morir</i>, el amor y la infancia en <i>Ese espacio, ese jardín</i>— se esparcen en fragmentos que apenas se distinguen como los restos de un naufragio. Los objetos (el pan sobre la mesa) se yerguen señalando un extravío, una soledad incapaz ya de iluminarse al pabilo de una historia. Alguien habla, en efecto, pero no sabemos qué ni a quién. Y ese “cuarto de hotel” del título sólo acentúa la nada en donde, finalmente, se evapora el hilo del que pende nuestro ser e identidad.</p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal">Muchos de estos poemas, a mi parecer, se desdibujan leídos de manera aislada, como si la autora nos ofreciera los retazos de un monólogo transcrito al paso. Sin embargo, a partir de estos fragmentos sostenidos a fuerza de líneas oscuras, reticentes, Coral Bracho configura una atmósfera cargada de sugerencias pero, sobre todo, atravesada por un profundo desconcierto ante el sinsentido de una cotidianidad súbitamente extraña e impersonal. En este orden, la voz que escuchamos en <i>Cuarto de hotel </i>y en los poemas aún no recogidos en libro pero que Forrest Gander incluyó al final de <i>Firefly Under the Tongue, </i>es la voz de lascosas y los seres enclavados —por decirlo así— en su lado oscuro, sobre una realidad absorta a la medida de nuestras incertidumbres más profundas. </p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal"><span style="" lang="EN-US">Coral Bracho,<b> </b></span><i><span style="" lang="EN-US">Firefly Under the Tongue, </span></i><span style="" lang="EN-US">Selected Poems. Translated, with an Introduction by Forrest <st1:city st="on"><st1:place st="on">Gander</st1:place></st1:city>, New Direction, 2008.</span></p><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal"><span style="" lang="EN-US">Texto publicado en el número 14 de <a href="http://www.literalmagazine.com/"><span style="font-style: italic;">Literal. Latin American Voices.</span></a><br /></span></p><div style="text-align: justify;"> </div><p style="text-align: justify;" class="MsoNormal"><span style="" lang="EN-US"><o:p> </o:p></span></p>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-15411393017598352922008-08-29T14:13:00.001-07:002008-08-29T14:15:52.641-07:00Steiner leyendo un comic<div style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdKDZi-xYUcc34RtKvAHykrBjFfr-61S2bM0Y3cC_jRziuDJT2y4woyUhWF4GaOAlPSTdZOJ-prqyfbH66POhFRV_roZNujpK02cm6b5kXWvQH1-i4RcUtuDR_0Ee-HUMzXWGv9Nt38aY/s1600-h/000452zdes_newf_r.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 304px; height: 219px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdKDZi-xYUcc34RtKvAHykrBjFfr-61S2bM0Y3cC_jRziuDJT2y4woyUhWF4GaOAlPSTdZOJ-prqyfbH66POhFRV_roZNujpK02cm6b5kXWvQH1-i4RcUtuDR_0Ee-HUMzXWGv9Nt38aY/s400/000452zdes_newf_r.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5238971350090596898" border="0" /></a><span style=";font-family:georgia;font-size:100%;" lang="ES-TRAD" >“</span><span style=";font-family:georgia;font-size:100%;" lang="ES-TRAD" >Hace poco leí una versión de <i style="">Hamlet</i> en formato de <i style="">comic</i> y me resultó brillante. Redujeron el texto a los momentos esenciales, y seguro que Shakespeare habría dicho: ‘No está mal, mi texto era demasiado largo’.” El párrafo parece el chiste de algún vecino ingenioso, de esos que no leen pero están conscientes, orgullosamente conscientes, de que la cultura no sirve para nada. Sin embargo, se trata de una cita de Steiner, entrevistado por Gloria Rodríguez para </span><span style=";font-family:georgia;font-size:100%;" ><i><span lang="ES-TRAD"><a href="http://www.elpais.com/articulo/portada/intento/fracasar/mejor/elpepusoceps/20080824elpepspor_5/Tes/"><i style="">El País Semanal</i></a></span></i></span><span style=";font-family:georgia;font-size:100%;" lang="ES-TRAD" ><span style=";font-family:georgia;font-size:100%;" > con el pretexto de su título más reciente: </span><i style="font-family: georgia;">Los libros que nunca he escrito </i><span style=";font-family:georgia;font-size:100%;" >(Siruela).</span><o:p></o:p></span></div><div style="text-align: justify; font-family: georgia; font-size: 100%;"> </div><p style="text-align: justify;font-family:georgia;font-size:100%;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:100%;">En lo personal me gusta el espíritu que anima a este hombre, cada vez más polémico conforme se acerca a cumplir sus ochenta años. Naturalmente, <i>Los libros que nunca he escrito </i>es una continuación de <i>Errata</i> en la medida en que sus ensayos se entrecruzan con las memorias, el diario y el relato. Una característica con la que muchos nos entendemos aunque otros la consideran un verdadero escándalo. En efecto, Steiner levanta ronchas, particularmente entre los académicos incómodos con el lugar que –dice– les corresponde: “un profesor es un profesor”. Por su parte, entre sus colegas de Cambridge, la obra de Steiner es considerada (“si es que me consideran de algún modo”) como impresionismo arcaico, o peor, como una variante apenas de la heráldica.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:100%;"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;font-family:georgia;" align="center"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:100%;">•<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:100%;"><o:p></o:p>Siendo joven Steiner escribió poesía y, después, ha publicado algunos relatos. En la entrevista de <span style="font-style: italic;">El País Semanal</span> </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:100%;">precisa: “He escrito ficción, y ha sido muy traducida, pero es una ficción intelectual, cerebral, alegórica. Son novelas que contienen ideas”. No he leído los títulos correspondientes y, la verdad, no sé si algún día lo haré. En cambio, en cuanto aparece uno de sus volúmenes de ensayo me deshago por conseguirlo. Y es que Steiner habla del lenguaje y la cultura, del arte y las ideas como pocos, muy pocos saben hacerlo. En este sentido y sin hipérbole, uno puede afirmar que entre sus páginas advertimos las iluminaciones y los tropiezos, los hallazgos e incertidumbres de toda una civilización (la occidental) hablando consigo misma.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:100%;">De ahí que su lectura de <i style="">Hamlet</i> en <i style="">comic</i> resulte, cuando menos, inquietante. Con ese trazo resume, a su manera, uno de los temas al que ha dedicado ya muchas horas: el posible ocaso de una cultura sostenida sobre las bases del conocimiento y la reflexión; fenómeno con el que, evidentemente, cae en jaque la pertinencia o no de los universos de la sensibilidad que han definido a la literatura y el arte a partir de una tradición, cualquiera que ésta sea. Decía Gombrowicz en algún pasaje de su <i style="">Diario:</i> “la literatura es una dama de costumbres severas y no debe pellizcarse por los rincones. El rasgo característico de la literatura es la dureza. Incluso la literatura que sonríe bondadosamente al lector es resultado de un duro desarrollo de su creador. Y la literatura debe tender a agudizar la vida espiritual y no a tutelar semejantes muestras de escritura marginal”. Sin embargo, esta concepción de la tradición como un proceso arduo de auto desarrollo individual y colectivo, como el lugar por antonomasia en donde encarnarán las mayúsculas del Espíritu, comienza a hacer aguas. Así lo entiende Steiner cuando, en la entrevista de Gloria Rodríguez, advierte que la cultura del futuro no será como la nuestra, caracterizada por un humanismo a la mesa de unos cuantos. En este sentido, Steiner leyendo <i style="">Hamlet</i> en formato de <i style="">comic</i> es una mueca, amarga e irónica a la vez. El gesto de alguien capaz de afirmar: “Aquí tenemos países con culturas superiores… Y estos países se han convertido en infiernos […] La cultura y el humanismo no son enteramente inocentes ni positivos”.</span></p><p style="font-style: italic;font-family:georgia;" class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:100%;"><o:p> </o:p></span></p><span style=";font-family:georgia;font-size:100%;" lang="ES-TRAD" ></span><span style="" lang="ES-TRAD"><span style="font-size:85%;"><br /></span></span>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5314040545082430650.post-72728612866834656992008-08-29T14:08:00.000-07:002008-08-29T14:12:06.662-07:00Pasiones y obsesiones<div style="text-align: right;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://www.literalmagazine.com/"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 157px; height: 208px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyvrWYvYZm_wd8EJKoeo5yjhGYn7bsapAYJ_-LqApdczJnCFkkqLhEyZ7BGGJlVuOlvQQVz3eNcIzNda8NHIIX9wS__AFYR1gHhzVtpL9TRDX2ZB8N86ESozQ_XRV6WZ5veNyqjqnCJdw/s200/l13_portada.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5238957714145912050" border="0" /></a><span style=";font-family:georgia;font-size:100%;" ><i><span style="font-size:85%;">Para Sandra Lorenzano</span><o:p></o:p></i></span></div> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;">Hay quien vive la literatura como una pasión espontánea o lúcida, según el caso. Pero hay también quienes hacen de la escritura una obsesión de signo negativo en tanto que sus arrebatos no los llevan a ninguna parte. De acuerdo con esto, Julio Torri nos legó una frase que siempre me conmueve: “Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí”.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>Cierto perfil dubitativo me incapacita para exponerme con la espontaneidad de una pasión; en este sentido, apenas puedo hablar de una perplejidad más bien equívoca: el impulso de escribir y no poder hacerlo. El deseo convertido en obsesión y, luego, en idea fija. Ya se sabe: toda idea fija nos paraliza. ¿Habrá algo más contrario a la pasión? Ésta se alimenta de vida y lo demás, es literatura. Inversamente, las obsesiones se consumen a sí mismas. Quizá por ello alguien pensó: “La vida está en otra parte”; y mi mujer añade un tanto sarcástica: para escribir, no tienes que pensar en escribir. Y tiene razón. No obstante, nada me convence e, incluso, hasta he llegado a creer que para escribir no debía hacerlo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>Parece broma, lo sé, una ocurrencia retórica y sin gracia, pero cuántos de quienes atravesamos la adolescencia con la idea de ser un nuevo Melville o el impensado Rimbaud del altiplano, apenas si consideramos la posibilidad de que debíamos escribir. “Cuántos”, me pregunto, y de inmediato advierto la simpleza. Seguramente nadie. Sin embargo, a mí me pasó y, más raro aún, me sorprendió la edad adulta sin que lograra asimilar semejante anomalía. De algún modo creí que la lectura, practicada con regularidad, bastaba para saltar con solvencia y naturalidad a la página escrita. Ésta podía esperar, oí que alguien me decía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>A veces pienso que ese alguien fue mi demonio personal. Cada quien tiene uno, ¿no? <span style=""> </span>Una sombra que nos acompaña a cada paso y con discreción tal que apenas la advertimos o, por el contrario, imponiendo su negra voluntad hasta extraviarnos. No sé dónde escuché o leí que muchos tenemos una historia, pero pocos alcanzamos un destino. En este sentido, mi memoria también es sólo anecdótica. Siendo niño y después de un partido de futbol jugado en la tarde polvorienta de una calle de provincia, alguien se me acercó afectado por una suerte de intoxicación verbal. Ignoro por qué los otros —mis amigos— habían desaparecido y yo estaba solo, plantado a la entrada de un tendajón cuyo letrero ironizaba con un título: “El Paraíso”. Vi a un hombre seco de edad indefinida (cincuenta años quizá), con la barba crecida pero rala vistiendo su miseria aún con cierta dignidad. Sentado junto a mí lo oí hablar como a nadie, antes, había escuchado.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>Dicen que Sócrates tenía un demonio ágrafo. El que yo conocí aquella tarde fue de una especie menor aunque, en ocasiones, me da por creer que descendía de idéntica familia. En este orden, apenas si hace falta señalar que el tipo no escribía en el sentido literal y, menos, en la acepción profesional que damos al término. No escribía, más bien “decía” algo que después entendí como poesía, a saber: no el modo diario de llamar a las cosas por su nombre sino el lenguaje tentado por su dimensión ritual. Era poeta, en efecto, pero dudo que tuviera alguna conciencia sobre lo que esto significa. Digamos que apenas si vivía habitado, y a su manera disfrutaba de sus lapsus. Seguramente los poemas que le oí fueron malos, pero dejó en mi memoria las huellas de una experiencia destinada a los sentidos y en la que, curiosamente, las palabras parecían privadas de sentido. Ahí donde un árbol es un árbol, pero también es otra cosa, entre ellas: un árbol. Años después escuché a Gonzalo Rojas y advertí de nuevo aquella voz. No me resultó extraño lo que entonces nos contó a mi mujer y a mí. De niño tuvo dificultades para hablar, tartamudeaba su asma al ritmo de la humedades cíclicas de su natal Lebu, en Chile. Su fascinación por el silencio viene de ahí, de ese caos primordial del que salió hablando en lenguas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>Carezco de la inteligencia necesaria para medir la dimensión de dicho abismo. Al respecto sólo tengo interrogantes, las que reúno bajo una pregunta groseramente simple: ¿qué es lo que Rojas escucha al punto de quedarse mudo? ¿La plenitud de un no sé qué que se me escapa? Quizá.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>De cualquier modo mi silencio, como el de Torri, es más bien el de una ausencia. Y decir que las sirenas no cantaron para mí es otra forma de aceptar que mi demonio es ágrafo: jamás pensó o supo escribir.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>Sentado frente a la máquina puedo pasar horas en una suerte de vacío expectante sin ir más allá de unas cuantas líneas. En este sentido, sé que hay quienes a lo largo de los años perfeccionan rituales para atraerse el don de la elocuencia justa. Ceremonias inofensivas como sorber del Starbucks cortado a la temperatura adecuada, o tan extrañas como, por ejemplo, escribir sorteando la aparición de cierta grafía ominosa, según dicen que hacía Juan Ramón Jiménez, quien desconfiaba de la letra “g”. En mi caso, dichos rituales son convocados no con el propósito de escribir sino para ahuyentar el momento de enfrentarme al teclado.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>Me hago a la idea de que necesito una calma sin espinas y, como ésta nunca se da, recorro el espacio ensimismado del estudio hasta que alguna tarea inútil llega a ocuparme: reparar la puerta que rechina desde hace meses pero que, esta mañana, se transformó en la bisagra clave de la que pende el universo. O más simple: me pongo a cocinar suplantando aliteraciones y asonancias a cambio de un antipasto que encabalgue bien. En mis evasiones de mayor alcance, me he inventado más de una profesión, alternando con identidad mudable mi desempeño como velador, promotor de ferias infantiles, diseñador o editor de musas en inglés. Sé que no soy el único para quien la vida es una paradójica salida de emergencia. Así y obviando todas las distancias, Gabriel Zaid cuenta cómo Juan Rulfo trabajó en la llantera Euzkadi. Él también estuvo allí, dice, y en la misma época, aunque nunca lo vio. La verdad es que no me imagino a ambos con un catálogo todo terreno en las manos, aunque puede ser. Significativamente, los dos han sido de silencios largos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>La literatura y la crítica contemporáneas abundan en expresiones y reflexiones en torno al mismo pasmo. Episodios célebres que van desde la inevitable renuncia de Rimbaud hasta, digamos, las especulaciones de Blanchot acerca de la dislalia de Baudelaire o la demencia aforística de Nietzsche. A esto habría que sumar la sombra densa de Lord Chandos sobre algunos de nuestros autores de hoy en día. Sólo por dar un ejemplo sustantivo baste recordar <i>Bartleby y compañía</i>. Las inquietantes palabras: “Preferiría no hacerlo”, repetidas como una oración vacua por aquel personaje creado por Melville, le sirven a Vila-Matas para aislar un síndrome: “la pulsión negativa o atracción de la nada que hace que ciertos creadores […] queden, un día, literalmente paralizados para siempre”. Según el barcelonés, Bartleby es el símbolo desencarnado de un vacío que reúne a la literatura del No, formada por una galería en la que, por ejemplo, desfilarían Beckett, Walzer, Kafka, Salinger, Monterroso o Bruno Traven.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style=""> </span>Sin embargo, debo decir que el “autor” que sentí más cercano a mí es Luis Felipe Pineda. Un personaje joven objeto del buen o mal humor de Vila-Matas, sin duda, pero que habla de una realidad que conozco muy bien: el archivo en donde atesoró sus poemas abandonados. Frases como gestos de una sola línea que, a veces, lee desde un extravío ya totalmente inefable: “No diré que un sapo sea”. Previsiblemente, al llegar la edad adulta abrazó con sobrio estoicismo su profesión de tinterillo, hundido en la más espesa vulgaridad. Ocasionalmente pienso que a Pineda lo visitó también el mismo demonio ágrafo que yo escuché aquella tarde de provincia. Así eligió, al cabo, la evasión perfecta y sin retorno del anonimato.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size:78%;">"Pasiones y obsesiones" fue publicado en el número 13 de <a style="font-style: italic;" href="http://www.literalmagazine.com/">Literal. Latin American Voices.</a></span><br /><span style="font-family:Garamond;"><o:p></o:p></span></p>David Medina Portillohttp://www.blogger.com/profile/06487461628194890994noreply@blogger.com0